Lucha como Gladys, sonríe como Gladys

Jimena Colombo revisa la biografía de la destacada dirigente comunista, que explora su lucha política así como las facetas más desconocidas de su vida personal.

La sonrisa de Gladys es el quinto libro de Richard Sandoval, periodista y fundador del popular medio noesnalaferia.cl. Antes publicó Colo-Colo ya no es Chile junto al periodista Dante Faúndez (2012), Soy periférico (Contragolpe Ediciones, 2014), Tanto duele Chile (Los libros de la mujer rota, 2017) y Tiempos peores (Planeta, 2018), conjunto de crónicas que retratan la indignación de la gente frente a un Estado ausente. Este último fue el texto con que de frentón quiso desmarcarse del tecleo particular que hizo popular al sitio noesnalaferia. Y no porque Sandoval reniegue de tal espacio, sino porque intuitivamente quiso dar un salto narrativo, así como dar varios Enter en su hoja de vida, hasta alcanzar otro ritmo, otro objetivo, otra narrativa.

Así lo dijo en 2018 a CNN Chile: “Quiero desenmarcar mi actual estilo de escritura de la que hice en Noesnalaferia e inscribirla en un periodismo narrativo más cercano a la investigación”. Con estudios en investigacion y narrativa de no ficción, el periodista se lanzó ahora en la audaz tarea de escribir sobre Gladys Marín, la mujer más destacada del Partido Comunista chileno, quien pasó por la presidencia de las juventudes, después al Congreso pre dictadura como diputada y luego a la Secretaría General del partido de la hoz y el martillo.

La portada anticipa un libro que es sin duda recomendado para quienes se interesan por ir más allá de las caricaturas construidas, y conocer al ser más allá del personaje

Les confieso que encontré la portada muy linda, la fina selección de esa fotografía con una amplia sonrisa que probablemente pocos conocíamos de Gladys, porque claro, una que es treintona la asocia inevitablemente al tosco gesto hacia el guanaco y el aborrecimiento a los gobiernos “en la medida de lo posible” de la Concertación. ¿Quién podría disociar a Gladys Marín de sus muecas de disgusto y desacato en los noventa? ¿Quién la imaginaba tan bella, tan guapa como en esta portada, que también recuerda a la setentera Briggite Bardot, pero con la carga simbólica de lo que su lucha significa, incluso más allá de la ideología? La portada anticipa un libro que es sin duda recomendado para quienes se interesan por ir más allá de las caricaturas construidas, y conocer al ser más allá del personaje. A través de sus páginas nos internamos en un guion que no queremos que acabe, lleno de personajes potentes, con sus propias historias pero que no brillan más que la protagonista. Es un retrato coral donde quien canta más fuerte es Sandoval, que nos invita a pasear por los altibajos de los roles simultáneos de esa mujer que convoca al pueblo. Al menos la triada mujer-madre-política, resulta tan bien dibujada, que una se imagina en sus zapatos, y no puede evitar admirarla más allá de la dimensión política, por la bravura de sus convicciones, y porque en ella se entiende la historia de tantas.

Esta Gladys de sonrisa ancha me recuerda a las mujeres que fueron necesarias para pensar otro mundo posible, en los sesenta y setenta (y siempre). Las olvidadas y borradas, las que la historia omite, porque ya sabemos, la historia la contaban los hombres. A esta Gladys de camisa cuadrillé la imagino como a destiempo, visionaria, porfiada frente al rol que pudo haber obedecido sin chistar en su Curepto natal, y que reemplazó con convicción, al frente de un partido internacional, de conocida disciplina y exigencia. La pienso encarnando esos roles que mayoritariamente protagonizaban hombres de pelo largo y jeans pata ancha. Revolucionarios que no tenían que pensar en lo qué sería de los niños porque no estaba en duda, las mujeres se harían cargo. Gladys hizo eso y más: esta Gladys en impresión ampliada que nos presenta Sandoval, que no hizo lo que un hombre de su tiempo, sino que hizo lo que una mujer puede siempre. Visibiliza la virtud que nos hemos adjudicado por tantos años de borrado patriarcal: la de ser sensibles a nuestras batallas. La de cargar con las múltiples tareas impuestas o elegidas con total entrega.

Los días felices

El autor advierte con humildad que el libro es “un intento por descubrir sus paisajes y sentimientos menos explorados” y su esfuerzo tiene éxito, y logra develar precisamente el lado menos visible de Gladys Marín, su carácter sonriente, amante, de madre, amiga y gozadora.

Este libro me instó a pensar la chilenidad desde la mirada de esta Gladys sonriente, aquella que representa a los y las que vivieron pensándose y sintiéndose colectivos. Siendo en la otroriedad.

No menos importante es el pequeño paseo por las casas que dieron morada de Gladys y su familia nuclear. La primera en mi amada Independencia y la otra, en el corazón de Ñuñoa. Esta segunda fue comprada a crédito a través de una Caja. Por allí pasarían cantantes y músicos de la época, políticos e intelectuales. Luego vienen los textos enmarcados en la clandestinidad, el asilo, el exilio, las pérdidas, el coraje, la resistencia, los reencuentros, el regreso a la democracia, los noventa, los y las amigas, la candidatura, y por sobre todo, la lucha constante.

Sobre la clandestinidad, el autor reconstruye el primer encuentro entre Gladys y su marido Jorge, detenido desaparecido por la dictadura: “Se han visto. Se han saludado. Una simple y escueta palabra ha desafiado a la tiranía. De alguna forma, la osadía les inyecta fuerza para continuar en una lucha que jamás han rechazado. Una lucha que se volverá más cuesta arriba.”

La Gladys que conocemos en este libro se ríe y sufre. Se somete a las decisiones de su partido y las insospechadas circunstancias de la vida. Disfruta de un pipeño y del campo, añora el terruño y por supuesto, a los hijos. Supongo, que, como todas las que somos madres, tiene algunas culpas en relación a ellos. Eso la vuelve más real, menos panfletaria.

La tenacidad y consecuencia que ya le habíamos atribuido a su figura está matizada con la dureza del asilo, del exilio, de la clandestinidad, de los golpes de la luma y el cáncer, de la posición molesta en un extremo de la papeleta. Esa lucha que nunca la empujó a buscar la comodidad y por el contrario, la instó a dar dignidad y presencia a un partido que no cuajaba con la transición.

Lucha como Gladys

Sandoval nos recuerda también un hito poco destacado tras el regreso a la democracia, o tal vez poco recordado para quienes en el 98 éramos niñas. El hecho de que Gladys Marín, entonces secretaria general del Partido Comunista, fuera la primera persona en interponer una querella por crímenes de lesa humanidad contra Pinochet, a propósito de la desaparición de su marido Jorge. “En sus manos el escrito con la querella en contra del general Pinochet, vigente comandante en jefe del Ejército, y quién además está a punto de convertirse en senador vitalicio, en el mes de marzo, amparado en la Constitución del 80”.

Bajo la pluma de Sandoval, la mujer del partido comunista que conocíamos hasta ahora cobra nuevas dimensiones. Le hace justicia a un personaje atrapado en sus márgenes duros, que en lo personal, no se parecía tanto al partido que la levantó y le dio domicilio político a su lucha por la dignidad del pueblo. Este libro me instó a pensar la chilenidad desde la mirada de esta Gladys sonriente, aquella que representa a los y las que vivieron pensándose y sintiéndose colectivos. Siendo en la otroriedad. Nos recuerda también la reciente revuelta de octubre de 2019, durante la cual miles de paredes, poleras y lienzos recordaron su lucha incasable: escrito de forma sencilla, junto a su imagen enfrentando al guanaco, junto a su amigo Pedro Lemebel, en formato stencil o collage de la mano de destacados artistas contemporáneos, la frase Lucha como Gladys volvió a levantar el rostro de esta mujer que hoy vuelve a sonreír gracias al relato de Richard Sandoval, quien, ha dado con el tono narrativo y la profundidad necesaria para el fin social que convoca a los periodistas.

La sonrisa de Glayds

Richard Sandoval

Editorial Planeta, 228 páginas

Crédito Imagen principal: El desconcierto

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