Escribir sobre amor lésbico es un acto de rebeldía, pues permite tensionar la existencia disidente y ponerla en diálogo con factores como el género o la clase y, a través de ello, advertir tipos de violencia que asedian, estigmatizan y matan. Este tipo de escrituras podrían ofrecernos, por cierto, la posibilidad de ampliar la mirada hacia relaciones que escapen a la heteronorma, desbaratando los binarismos que recaen, incluso, sobre relaciones homosexuales. ¿Cómo hacer, entonces, para evitar los estereotipos y construir relatos y personajes que complejicen este tipo de vínculos?
Biconchuda, de la autora Julieta Mateos (1981), fue publicada en Argentina por la editorial Malisia en 2020 y el pasado julio en Chile por Viuda Negra Ediciones. Es una novela breve, que en dieciocho capítulos indaga en diversas capas de la vida de dos mujeres unidas por una relación que, convencionalmente, podría ser catalogada de sexo-afectiva, y cuyas dinámicas y gestos develan un vínculo tenso, atravesado por una arrebatadora pasión y una latente incertidumbre.
Mateos, en conversación con el contexto histórico que media la publicación de la obra, recoge elementos que proponen una crítica al capitalismo y al patriarcado.
La historia arranca desde una premisa simple: la narradora es una mujer independiente que habita tribulaciones cotidianas asociadas a cierta estabilidad –fundamentalmente material y laboral– hasta que conoce a Leda, una mujer desarraigada, apátrida, que encarna para ella no solo el deseo físico, sino también la impredecibilidad y la promesa de un cambio radical. No obstante, esta presencia y las dudas que conlleva, la desafían y sofocan en igual medida: “Dibújame líneas en el cuerpo que me separen del pasado, que separen mis partes de las tuyas, líneas que me conformen y me den identidad, una nueva, limpia, impía, brusca y abrupta, contradictoria identidad”.
A través de fragmentos que nos permiten vislumbrar a las protagonistas, exploramos el tedio de la rutina, el deseo y la memoria. Por supuesto, somos testigos de los ires y venires entre la narradora y Leda, quienes encarnan oposiciones que las llevan al tormento, pero las atraen hasta el delirio: “(…) me abrazaba posesiva para que yo le devolviera el abrazo y nos convirtiéramos en una sola idiota con dos conchas. En una idiota biconchuda”.
A su favor, la novela exhibe un lenguaje fluido, que propicia un ritmo vertiginoso de lectura. En cuanto a sus recursos, los cambios de perspectiva dinamizan la historia, aunque, por momentos asoman un tanto antojadizos, innecesarios, sin lograr constituirse como un verdadero aporte a la construcción del relato. Sin embargo, quizá el mayor problema de la obra sea cierta ligereza que, de la mano con una serie de lugares comunes, la vuelve predecible. Los clichés no son pocos y perpetúan estereotipos que, en definitiva, no justifican la elección de una relación lésbica: “Escribí “te quiero”, pero no” en el revés de un viejo ticket de supermercado, lo imanté a la heladera y salí, mientras en el departamento de abajo comenzaba a sonar un tema de Faith No More”. Al margen de las cavilaciones de la protagonista, –entre las que, por supuesto, emerge una crítica al machismo– su voz, al referirse a Leda, suena masculina, patriarcal: “Todos sabían que habías cogido. (…) el chofer del colectivo sonreía al darte el boleto y te imaginaba en cuatro”.
Sería injusto reducir la novela a una historia de amor cruzada por la violencia y una ambigüedad cada vez más habitual en estos tiempos. Mateos, en conversación con el contexto histórico que media la publicación de la obra, recoge elementos que proponen una crítica al capitalismo y al patriarcado. En ese sentido, el capítulo 7 me parece uno de los mejor logrados, pues deja entrever un sentido del humor del que carecen los otros. La autora, en este segmento, logra capturar la esencia misma de la burocracia, mientras que, simultáneamente, devela la ferocidad con la que el sistema capitalista pretende cercar cualquier fuga: “Los tonos pastel, esa mediocridad latente del diseño de interiores, esa prudencia textil que me generaba urticaria ideológica. El celestito típico de los que no se la juegan, solía decir. Usar pastel es como votar en blanco, decía. No, votar es como vestir pastel, me retrucaba mi otra yo anarquista”.
Una posible interpretación de la obra es que la autora, al escoger narrar desde la primera persona, apuesta por profundizar en algunas temáticas que se alinean con preocupaciones generacionales de autores millenials: la explotación capitalista, la pérdida del sentido en medio de rutinas cada vez más enajenantes y la liquidez en relaciones sexo-afectivas. En ese sentido, hay una apropiación que, sin duda, emparenta esta novela a la tendencia de difuminar las barreras entre la ficción y la realidad. Un lugar seguro, hoy por hoy.
Si bien previamente vinculé la novela a un ejercicio de memoria –que es encarnado por la figura de Laura, la madre exiliada de Leda–, esto más bien asoma como una especie de imperativo al tratarse de una novela latinoamericana. Si bien el desapego de Leda puede explicarse fundamentalmente por la errancia de su familia, esto más bien suena a justificación y no a una verdadera intención por explorar las consecuencias del desplazamiento forzado. Es así como asoman algunas inquietudes: ¿de qué trata realmente esta novela?, ¿qué paradigmas busca romper?, ¿qué nuevas reflexiones sobre el género y lo político nos propone?
En definitiva, Biconchuda es una novela actual, que plantea problemas asociados a la vertiginosidad de nuestra vida contemporánea y elabora un retrato de la neurosis propia de la época. Hace guiños a elementos de la cultura pop, maneja un registro cercano y logra, en efecto, generar cierta identificación. No obstante, quizá por su brevedad o un deseo por abarcar grandes temas, la novela se atora en lugares comunes y deja cabos sueltos y en la superficie reflexiones que bien podrían constituir un fuerte cuestionamiento al sistema capitalista y patriarcal que nos oprime, más siendo mujer, más siendo lesbiana. Es claro que hace falta más que el gesto de escribir sobre ello.
Julieta Mateos
Biconchuda
Viuda Negra Ediciones