Desamor y exilio a dos bandas. Crítica de Cauterio, de Lucía Lijtmaer

La autora entremezcla la narración de un fracaso amoroso, con la historia de Deborah Moody, una mujer inglesa exiliada en el siglo XVII

“Durante mucho tiempo solamente me quiero matar”, así de cruda es la frase inicial de Cauterio, el último libro publicado por la argentina radicada en España, Lucía Lijtmaer. De esa forma, arranca el relato en primera persona de una joven que se desnuda ante el lector, haciéndolo testigo del desengaño que la llevó al lugar donde está, devastada emocionalmente y alejada de la vida que hasta entonces conocía.  

Al avanzar las primeras páginas, es imposible no interesarse por saber qué pasó con esta protagonista que fantasea con la muerte, invocando el colapso ecológico para salvarse del sufrimiento que arrastra, primero por las calles de Barcelona, su lugar de pertenencia, y luego por Madrid, en un improvisado y súbito destierro.

En su agónico deambular por una ciudad extraña, la protagonista, desgarrada por un mal amor, se encuentra con el post de Internet “Crónicas del cauterio”, en el que descubre la historia de Deborah Moody, una puritana exiliada a las colonias de América del Norte en el siglo XVII.

En su agónico deambular por una ciudad extraña, la protagonista, desgarrada por un mal amor, se encuentra con el post de Internet “Crónicas del cauterio”, en el que descubre la historia de Deborah Moody, una puritana exiliada a las colonias de América del Norte en el siglo XVII.

Desde ese punto, la narración se transforma en un paralelo entre dos voces femeninas. Por un lado, está el personaje moderno, del cual nunca conocemos su nombre, y por otro, la inglesa que la antecedió cuatrocientos años y que fue la primera mujer en trazar una ciudad en el nuevo mundo.

¿Qué es un cauterio? Es Indudablemente una de las primeras preguntas a las que uno se enfrenta al adentrarse en este libro. Pero no es hasta llegar a sus capítulos finales, que se puede lograr entender la real dimensión que tiene este concepto en la narrativa.

Esta herramienta, utilizada en los inicios de la medicina para cauterizar los tejidos dañados, representa una incómoda y doliente forma de reparar y detener la infección que amenaza con extenderse. Una quemadura para curar el mal que causa un daño profundo en la vida de estas dos mujeres.

Deborah Moody hace su relato enterrada bajo tierra. Repasa su vida como si fuese una muerta viviente, recordando el amor que le marcó el destino y la obligó a rearmar su vida en un continente aparentemente ajeno a las injusticias y al sometimiento del que escapa.

Mientras que, en la actualidad, la protagonista lucha por encontrar la forma de rearmarse, enlodada en el desconsuelo de su ruptura y perdida en el manejo del deseo como elemento de autodestrucción. Porque en la mezcla de estas vidas tan lejanas temporalmente, el deseo femenino es otro factor que define sus relatos.

Cauterio es una narración ágil y cautivante, que se lee sin dificultad en este salto constante entre una vida y otra. Y, a pesar de que el desenlace pareciera no estar a la altura de los capítulos anteriores, por lo que genera un grado de desilusión en un lector que disfrutó del inicio perfectamente logrado y de un desarrollo dinámico; sigue siendo un libro que aporta y que suma en la construcción de una mirada feminista contemporánea.

Además, grafica los tejidos ocultos de la política y la religión, desde los años en que Deborah se abría paso una y otra vez ante la adversidad, hasta hoy, tiempos en que la tecnología permite extender las influencias con una rapidez devastadora.

Con el entretejido de ambas vidas, la autora plantea cuestionamientos tan trascendentes como la inminente catástrofe ecológica, el egoísmo que mueve a la política, las injusticias surgidas de la religión y la concepción del amor tradicional, obligando a reflexionar sobre las nociones que se han manejado en estas temáticas durante los últimos siglos y que en varios aspectos no son tan disímiles.

Sin embargo, para los lectores ajenos a la obra de Lijtmaer y a su trayectoria, no es tan fácil leer estos subtextos, ni nutrirse de los referentes y las claves que entrega en esta realidad espejada que forman ambos relatos. Un ejemplo de esto es el nombre de cada capítulo, el que hace alusión a una calle en particular y que, por lo tanto, es tan significativo para la protagonista que recorre la España actual como para la puritana que al cruzar a América hizo el primer trazado de lo que hoy es Brooklyn.

El complemento es constante. La novela expone a dos mujeres de mundos distintos, en épocas lejanas, enfrentadas al desamor y a la figura de un hombre dañino, ese que usa, manipula y desecha. Y que, a su vez, encuentran dos formas muy diferentes de usar la rebelión como respuesta al daño y motor de reconstrucción.

Una lectura atrayente que evidencia la ancestral, y a la vez actual, lucha de la mujer por su derecho a la libertad en el manejo de su propio cuerpo. Además del trascendente rol de la sublevación femenina en la búsqueda de un mundo más justo, con las consecuencias políticas y sociales que ha tenido y seguirá teniendo.

Lucía Lijtmaer

Cauterio (222 páginas).

Editorial Anagrama, 2022

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